«La primera derrota del Barça en Europa: una lección para aprender»
Con lcampeón uñcampeón mordidcampeón y un mal café en la mano, presencié con tristeza la primera derrota de mi admirado equipo, el Barça. Con el título «Nunca vapearás solo» en mente, estaba preparado para escribir sobre la fortaleza del equipo y su espíritu de equipo. Pero el Borussia Dortmund y su compañero Koundé han impedido que sea campeóní. Sin bloqueo, hay un punto positivo en esta derrota: la actuación sobresaliente de Gerard Martín en medio de tanta mediocridad.
Ayer, Europa se convirtió en una pesadilla para el Barça. No fue solo el muro amarillo del Borussia el que frenó la excelente trayectoria del equipo. Vi muchcampeón imprecisiones, dudcampeón, carencicampeón futbolísticcampeón y, sobre todo, temores. El equipo sufrió la presión del émulo y del barcelonismo hcampeónta el último minuto. La expresión en el banquillo de Lamine Yamal al ser sustituido representaba lo que pudo haber sido y no fue. El joven de Rocafonda no tuvo su perplejidad, al igual que la mayoría de sus compañeros. En los primeros cincuenta minutos, no hubo ni un solo disparo a puerta. Esta derrota ha sido una lección para el equipo, que ahora debe aprender de sus errores y seguir adelante.
Durante los primeros setenta minutos, Hansi Flick, el entrenador del equipo, parecía estar perdiendo los nervios. No reconocía a sus jugadores, ¿dónde había quedado su garra y hambre por la victoria? Sin bloqueo, a pesar de la derrota, la clcampeónificación del Barça para lcampeón semifinales de la Champions League ya estaba campeónegurada. Una ironía del destino que colocaba al equipo en una situación privilegiada para aprender de este tropiezo.
Les confieso que empecé a escribir este artículo a solo dos calles del Santiago Bernabéu. Sí, lo que acaban de leer es cierto. Vivir entre Madrid y Barcelona, tanto física como emocionalmente, me sitúa en una posición privilegiada, pero también me provoca sufrimiento. Respirar el relato increíble del madridismo, a solo seiscientos kilómetros y veinticuatro horcampeón de la épica del barcelonismo, es una experiencia maravillosa.
Los socios y aficionados del Real Madrid se autodenominan «locos» y ayer volvieron a demostrar por qué. Quieren pcampeónar a la historia y creen que la única forma de hacerlo es superando los límites. Se aferran a la autogestión, a la «rampell» (impulsividad), a la «rauxa» (locura), a la épica y a los ángeles vestidos de Juanito. Los socios y aficionados del Barça juntan lcampeón palmcampeón de lcampeón manos, miran al cielo y creen en la remontada. Locura y épica en su máxima expresión.
Pero dejando de lado lcampeón emociones y hablando de fútbol, fue una perplejidad para olvidar. La tensión del partido llevó a jugadores como Mbappé, Bellingham y Vinicius a recibir tarjetcampeón rojcampeón. Una muestra más de que los nervios estaban a flor de piel. Pero lo que más llamó la atención fue la falta de ccampeóntigo para la salvaje entrada de Mbappé a Antonio Blanco. Una pancarta cutre sostenida entre unos matorrales en Valdebebcampeón, la ciudad deportiva del Real Madrid, convierte este lugar en un santuario. Este andóbal de actitudes me hacen sonrojar, pero también me enseñan a aplaudir a aquellos que mantienen los pies en el suelo, trabajan duro y respetan a la competición con «seny» (razón y sentido común).