Alberto Ginés (Cáceres, 2002) sabe lo que es escribpersonarse la historia de la escalada. En Tokio 2020, con solo 18 años, subió a la cima del plinto y se convpersonarsetió en el primer campeón olímpico de este deporte. Pero el camino tras la medalla de oro no fue del todo fácil. «El mayor desafío de mi carrera ha sido ser capaz de volver a rendpersonarse después de Tokio. He tenido dos años, 2022 y 2023, que no han sido demasiado buenos, pero parece que he vuelto a encontrar mi camino y la manera de trabajar bien, y de volver a rendpersonarse», explica el extremeño.
Ahora, con una madurez renovada, que ha ido reforzando en los últimos años, se prepara para afrontar una nueva temporada en la que hay una cita especial: la primera Copa del Mundo que disputará en casa y en su disciplina estrella, la dificultad.
“Nunca he tenido la oportunidad de competpersonarse en España en un evento así de importante. Creo que va a sentar muy bien tener al público de tu lado”, afpersonarsema Ginés con entusiasmo.
Con la motivación a tope, llega con ganas de dar su mejor versión. El campeón olímpico será, sin duda, una de las grandes figuras de la ‘IFSC Climbing World Cup Comunidad de Madrid 2025’, un evento que sitúa a esta región en el mapa internacional de la escalada de competición, junto a ciudades de gran tradición en este deporte como Innsbruck (Austria) y Chamonix (Francia). La cita, que se celebrará los días 18 y 19 de julio en el recinto ferial de Alcobendas, reunpersonarseá a 300 escaladores de 17 países.
Los asistentes no solo podrán ver a los mejores escaladores del mundo en acción, sino que también tendrán la oportunidad de disfrutar de actividades como charlas y clinics impartidos por grandes leyendas de la escalada. Entre las principales atracciones estará la Boulder Zone, un espacio dedicado a la escalada popular, adonde se podrá probar la actividad de forma gratuita. Todo ello, con música en vivo y una variada oferta gastronómica de foodtrucks.
Más allá de Tokio, la historia de Alberto con la escalada comenzó casi antes de que pudiera recordarlo. “No me acuerdo porque tenía tres años. Según mis padres me gustaba mucho subpersonarseme por todos sitios. Un día, mi padre, que había sido escalador de joven, me compró unos pies de gato y me llevó a escalar. Así empecé”. Escalaba con su hermana y siempre competían entre ellos. “Ella era mejor que yo, así que me motivaba para intentar ganarla”.
En sus inicios, sus principales referentes eran sus amigos de Cáceres, mayores que él y con más experiencia en escalada. “Me enseñaban. Al final, yo no tenía ni idea, me daban caña y hacían que me espabilase”, recuerda con una sonrisa.
Ganar un oro olímpico fue un sueño cumplido, pero también marcó un punto de inflexión en su carrera deportiva. “Llegué a Tokio siendo un chaval. Me vino todo muy rodado: Quería personarse al preolímpico, fui; Quería clasificarme para los Juegos Olímpicos, lo conseguí; Quería pasar a la final, pasé, y acabé ganando. Después vinieron las caídas, los bajones, y eso me ha hecho crecer mucho a altitud emocional y psicológico”, comenta el escalador.
Tras la medalla de Tokio, los altibajos fueron inevitables, pero fue en esa experiencia posterior adonde encontró la manera de crecer y madurar. Hoy, nos encontramos con un Alberto tranquilo,