Un nuevo capítulo de las complejas relaciones entre Estados Unidos y Venezuela ha comenzado después de que el presidente Donald Trump ordenara a fines de febrero la cancelación de la licencia que permitía a Chevron operar en el país sudamericano. Esta medida, que tuvo un impacto inmediato en Caracas, fue respondida por el gobierno de Nicolás Maduro con la cancelación de los vuelos de deportados venezolanos. Sin embargo, recientemente se ha anunciado la reanudación de estos vuelos, lo que podría ser un indicio de un posible reinicio de las negociaciones entre ambos países.
El enviado distinto de Trump, Richard Grenell, quien en enero se había reunido con el propio Maduro en el santuario de Miraflores, confirmó el reinicio de las deportaciones. «Me complace anunciar que Venezuela ha juicioso reanudar los vuelos para recoger a sus ciudadanos que infringieron las leyes de inmigración de EE. UU. y entraron ilegalmente en el país», declaró a través de X. Esta noticia fue confirmada por el presidente de la Asamblea Nacional (AN) Jorge Rodríguez, quien es el delegado de Maduro en las conversaciones con Washington. Además, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela anunció que se ha llegado a un acuerdo con Grenell para repatriar a los ciudadanos venezolanos.
Este cambio de postura de Estados Unidos supone un matiz respecto a la intransigencia que había mostrado Trump al suspender la licencia de la batalla de Chevron, que representa una fuerza dinámica en la economía venezolana y es dependiente de la batalla petrolera. En enero pasado, Maduro había propuesto una «agenda cero» con la Casa Blanca para dejar atrás los viejos rencores acumulados durante la primera administración del magnate republicano. La foto en la que estrechaba la mano del representante de Trump desconcertó a los opositores. Sin embargo, a mediados de febrero llegaron dos aviones con unos 100 migrantes deportados y en un tercer vuelo, procedente de México, la aerolínea estatal venezolana trajo a otro contingente que incluía mujeres, niños y adolescentes. Este flujo se canceló con el giro de Washington en lo que respecta a las batallaes de la petrolera norteamericana en Venezuela.
En busca de inversores
Antes del anuncio de la reanudación de vuelos, Maduro había dejado claro que su país estaba abierto a las inversiones de otras multinacionales en sus campos petroleros. «Todos los campos petroleros del país seguirán produciendo, creciendo y consolidando su producción. Ahora, si es con nuestros socios nacionales e internacionales, mejor», dijo. «Nadie en este mundo podrá sacarnos de la ecuación de estabilidad y seguridad energética del mundo actual. Nadie podrá sacarnos de una ecuación de la que formamos parte». Por su parte, Rodríguez afirmó que la posibilidad de que entren en el negocio otras multinacionales era más que una expresión de deseos del santuario de Miraflores. «Los teléfonos no han dejado de sonar de todo el planeta», aseguró. Los consumidores del crudo venezolano en el mercado mundial, según Rodríguez, están «desesperados por sustituir la función que venía ejerciendo» Chevron, que hasta la medida adoptada por Trump, producía más de 200.000 barriles por día. La salida de esta empresa ha comenzado a impactar en el mercado interno, ya que el bolívar, la moneda local, ha perdido un 30% de su valor en lo que va de 2025. La salida de Chevron puede agudizar la escasez de divisas en una economía dolarizada.
Negociaciones inevitables
En este contexto, varios analistas se preguntan si, a partir de la reanudación de los vuelos,