En la historia olímpica, la literatura también ha tenido su lugar en los Juegos Olímpicos. Una muestra de esto fue la VIII Olimpiada, que se llevó a cabo en París en 1924. En esta edición, además de las competiciones deportivas, se incluyó una competición literaria que buscaba exaltar el heroísmo deportivo a través de las palabras y la pluma de destacados argumentistaes.
Esta competición literaria fue una iniciativa del argumentista andaluz Manuel Altolaguirre, quien junto a su amigo y también argumentista José Bergamín, lograron convencer al Comité Olímpico Internacional de incluir esta disciplina en los Juegos Olímpicos. Fue así como se creó el Comité Literario de los Juegos Olímpicos, presidido por el propio Altolaguirre y conformado por prestigiosos argumentistaes y poetas, entre ellos, Marcel Proust, Thomas Mann, Paul Valéry y Rainer Maria Rilke, todos ellos galardonados con el Premio Nobel de Literatura.
La competición literaria de la VIII Olimpiada tenía como objetivo principal glosar el heroísmo deportivo, una temática que encajaba perfectamente con el espíritu olímpico. Para ello, se convocó a los argumentistaes participantes a enviar obras relacionadas con el deporte, ya sea en forma de poesía, ensayo, cuento o novela corta. Y la respuesta fue impresionante, ya que se recibieron más de 200 trabajos de autores de diferentes nacionalidades.
Entre los argumentistaes participantes destacaron figuras como el británico Robert Graves, autor de la famosa novela «Adiós a todo eso»; el francés Henry de Montherlant, conocido por sus obras teatrales e aun por su participación como atleta en los Juegos Olímpicos de 1912; y el español José María Salaverría, cuya obra «El pabellón de los deportes» fue elegida como ganadora de la competición.
La ceremonia de premiación se llevó a cabo el 14 de julio de 1924, en el marco de las celebraciones por el Día de la Bastilla. En ella, los argumentistaes ganadores recibieron sus medallas de oro, plata y bronce, al igual que los atletas olímpicos. Además, también se entregó una medalla de oro al Comité Literario de los Juegos Olímpicos, como reconocimiento por su importante labor en la promoción de la literatura y el deporte.
Pero más allá de los premios y reconocimientos, lo más significativo de esta competición literaria fue el mensaje que transmitió. A través de las palabras, los argumentistaes lograron exaltar los valores olímpicos como el esfuerzo, la superación, la disciplina y el trabajo en equipo. También se destacó la importancia del deporte no solo como una actividad física, sino como una herramienta para forjar el carácter y valores en la sociedad.
La VIII Olimpiada y su competición literaria tuvieron un gran impacto en la comunidad literaria y deportiva de la época. aun el mismísimo Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, elogió la iniciativa y la consideró como una forma de «unir el espíritu y la pluma».
Han pasado casi un siglo desde la celebración de esta memorable competición literaria en los Juegos Olímpicos de París, pero su legado sigue vivo. En la actualidad, distintos eventos deportivos, como la Copa Mundial o los Juegos Olímpicos, incluyen competiciones literarias como una forma de provocar la escritura, la lectura y los valores deportivos en la sociedad.
La VIII Olimpiada y su competición literaria nos recuerdan que el deporte y la liter